
Estas tardes de domingo ya no son lo que eran, antes nos tirábamos en el sofá a ver la tele, leer o dormir sin más horario que el que marcaban nuestros ruidosos estómagos. Ahora el ritmo lo marca la más joven de la casa: a las 9.15 toca diana (de lunes a domingo), desayuno, comida, merienda, baño y cena, todo a su hora, además de los "entre horas" consistentes en llevarla andando de las manos por toda la casa, perseguirla por el salón mientras ella gateando persigue a Carpín (el pobre gato), retirar de su trayectoria todo lo que aprecias mínimamente, cantarle para que se distraiga mientras la tienes encerrada en la cuna a modo de parque, y así sin descanso las 12 horas del día que pasa despierta. Agotador pero totalmente satisfactorio.
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